Barroco

El triunfo de Baco es una pintura de la artista valona Michaelina Wautier. Fue pintada entre 1650 y 1656 y es considerada una de las mejores obras de Wautier, así como una de sus más grandes. Basada en textos clásicos, la imagen muestra una procesión con el dios borracho Baco en su centro, rodeado de otros humanos, sátiros y animales.

Posiblemente fue encargado para formar parte de la gran colección de arte acumulada por el archiduque Leopold Willhelm; en cualquier caso hacia 1659 se anotó en un inventario de la colección. Ahora cuelga en el Kunsthistoriches Museum, Viena. 

Mujer sentada ante una mesa con objetos preciosos, óleo sobre tabla de roble, h. 1618. Clara Peeters 

La pintura exhibe una forma de pensar, nos presenta gustos y costumbres de una época. La pintura es por naturaleza extrovertida e impúdica y le gusta enseñar y hacer ostentación de su sabiduría. La pintura, para salirse con la suya, pone todos sus recursos —texturas, pigmentos, barnices, soportes, técnicas— a disposición del espectador curioso que se acerca a ella para cotillearla.

Texto extraido de Clara Peeters, los bodegones y la buena mesa


La ultima gota, Philadelphia Museum of Art, Philadelphia (Estados Unidos), Óleo (89,17 x 73,55 cm.)

Judith Leyster pinta una vanitas, con un mensaje claro: aprovecha el momento… hasta la última gota. O quizás nos advierte de los peligros de aprovecharlo demasiado. Los excesos se pagan. A vuestro albedrío dejamos la interpretación.

El caso es que dos tíos se divierten. Fuman y beben. Uno ha acabado su copa y le da la vuelta. Pero en plena juerga no se dan cuenta de que los acompaña un sonriente esqueleto —como no, la muerte— con su reloj de arena, un cráneo y una vela. Todo símbolos de una marcha atrás ineludible.

Leyster juega con las luces y las sombras. Y mezcla el costumbrismo alegre típico de la Edad de oro holandesa (esa la exaltación barroca de los cinco sentidos) con algo un poco más oscuro. Y es que en la vida, las sombras amenazan continuamente la alegría (y viceversa).